Lyon, la ciudad que tiende puentes y oculta secretos

Nuria Domínguez Garrido18/01/2024
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Me gustan las ciudades con río. Los ríos sembraron la vida y articularon Europa. Los ríos traen puentes, ponen música al silencio y acunan a la luz para pintar con infinitos colores el paisaje urbano. En Lyon no hay un río, hay dos. O veinte, como dicen ellos, porque vayas donde vayas siempre te encuentras con el Ródano o el Saona y ya no sabes cuál es cuál. Los romanos supieron apreciarlo y en el 43 a. c. fundaron un asentamiento al que bautizaron como Lugdunum que acabó convirtiéndose en la capital de la Galia. Desde entonces la ciudad no ha dejado de crecer y durante 2000 años ha ido sumando un fascinante patrimonio arquitectónico reflejo de épocas diferentes que nos cuenta la historia de esta localidad. Tanto es así, que la UNESCO ha declarado Patrimonio de la Humanidad cuatro de sus barrios: Fourvière, Vieux Lyon, Presqu’lle y la Croix-Rousse.

La colina de Fourvière lo domina todo, como un demiurgo que disfruta siendo admirado por sus criaturas desde casi todos los puntos de la ciudad. Lo mejor es subir con el funicular, que se coge muy cerca de la catedral y que te lleva a la colina en muy pocos minutos. Nada más salir de la estación encontraréis la Basílica de Notre Dame de Fourvière, una imponente presencia blanca. Fue levantada en la segunda mitad del siglo XIX y en ella se distinguen elementos románicos y bizantinos. Pese a ser de antes de ayer como quien dice, su interior lleno de mosaicos, oro, y esbeltas columnas impresiona. A pocos metros de la basílica se puede ver la huella de los tiempos romanos. Aún está en pie un teatro del siglo I que podía acoger a 10.000 personas y que hoy se utiliza para espectáculos culturales de distintos tipos. Un poco posterior es el Odeón, teatro que podía llegar a albergar a 3.000 espectadores. También podemos acercarnos al Museo Lugdunum que se encuentra allí mismo.

Para quien disponga de tiempo y piernas, una buena opción puede ser bajar callejeando por las bonitas travesías que se unen con el Vieux Lyon, el casco antiguo de la ciudad. Es la zona más turística y siempre está animada. De día y de noche. Es uno de los barrios más extensos del período medieval y renacentista, junto con Venecia, que sigue intacto hoy en día. Mirar a tu alrededor supone un viaje en el espacio y en el tiempo. En las fachadas refulgen los colores venecianos rosa, rojo, naranja y arena. Comenzad por la plaza de Saint-Jean, entrad en la catedral, pasead por Bombarde, admirad el reloj con autómatas de la place du Petit-Collège (suena cada 15 minutos) y dejaos seducir por sus pequeñas plazas y callejuelas, por sus tiendas, pastelerías y bouchons (sus típicos restaurantes). El encanto está en los rincones ocultos. Secreto y misterioso, el Vieux-Lyon se descubre detrás de las puertas, donde los traboules (pasajes escondidos dentro de los edificios que unen dos calles a través de los patios interiores) revelan toda la riqueza de sus antiguos propietarios. En tiempos los utilizaban los vendedores de seda para transportar sus telas y evitar que se mojaran en los días de lluvia. También se usaron durante la Segunda Guerra Mundial para escapar o esconderse. Hoy en día, los lyoneses los siguen utilizando como un atajo y además se han convertido en uno de los grandes reclamos turísticos de la ciudad. Los traboules más interesantes se encuentran en la Rue Saint-Jean y la Rue du Boeuf. El de la Torre Rosa, que es uno de los más especiales, se encuentra en el número 22 de la Rue Boeuf.

Como decía antes, el Ródano y el Saona atraviesan Lyon y lo dividen en tres, y la zona que queda entre estos dos ríos forma una especie de península que se conoce como la Presqu’ile, la casi isla. Es el centro de la ciudad, donde se encuentra la zona más señorial y ‘parisina’ con palacios, manzanas imponentes, grandes almacenes, firmas de moda y cadenas de cafeterías y restaurantes. Una calle comercial peatonal, la Rue de la République, une los dos polos de la vida cívica: la Place Bellecour, una de las plazas más grandes de Europa, rodeada de bellos edificios históricos y donde está la Oficina de Turismo, y la Place des Terreaux, dominada por el Hôtel de Ville (ayuntamiento) del siglo XVII y el palacio de Saint Pierre, un antiguo convento benedictino que ahora alberga el Museo de Bellas Arteas, cita imprescindible sobre todo para amantes de la pintura. Por el camino, el Grand Hôtel-Dieu, el Théâtre des Célestins, la place des Jacobins, la Église Saint-Bonaventure, el Palacio de la Bolsa, clasificado como monumento histórico, la Église Saint-Nizier y la Ópera de Lyon, un edifico que sorprende ya que en su reforma se mantuvo la fachada original y se amplió con una llamativa cúpula de cristal.

En el s. XVIII, Lyon se convirtió prácticamente en la capital europea de la industria textil de la seda. El 40% de la mano de obra de la ciudad eran tejedores de seda, los llamados canuts, y prueba de ello es el barrio de Croix-Rousse en el que había miles de talleres textiles, hoy en día reciclados en modernos lofts o en rincones en proceso de recuperación. En Lyon se decía que la Croix-Rousse era la colina que trabajaba en oposición a la Fourvière, la colina que rezaba. En la actualidad apenas queda nada de la antigua industria y las empresas que aún se dedican a la seda se han reconvertido en marcas exclusivas. En los últimos años, esta zona se ha transformado en el barrio bohemio de Lyon: aquí se pueden encontrar bares, restaurantes y tiendas alternativas, por ejemplo. Además, al recorrer sus calles, descubrirás numerosos grafitis y otras expresiones artísticas. Uno de ellos, Le Mur des Canuts, es el mural más grande de Europa. Un trampantojo de 1.200 metros cuadrados realmente impresionante.

Solo hay que pasear por las orillas de los caudalosos ríos, hacer fotos desde sus puentes a diferentes horas del día, cruzar sus misteriosos traboules, sentarse en sus terrazas, ir en busca de sus grandes murales o de los pequeños mosaicos y dibujos con los que artistas anónimos adornan las placas del callejero para descubrir que Lyon tiene múltiples capas. Es una ciudad creativa, como nos recuerda El Mural de los Lioneses que retrata a todos los personajes célebres de la ciudad, donde nos aguardan buena gastronomía, aquí nació la nouvelle cuisine de la mano del chef Paul Bocuse, la magia del cine con los hermanos Lumière, la presencia del inmortal Antoine de Saint-Exupéry, y las risas del guiñol y de los títeres de Mourguet. En cierta forma, a Lyon hay que acudir con los ojos de la niñez. Y créanme, es el destino perfecto para una escapada de tres o cuatro días. No tiene grandes monumentos ni lugares emblemáticos, pero solo puedo decir como los americanos con Lola, no se la pierda.

DÓNDE DORMIR...

Os proponemos tres hoteles, cada uno en una de las partes en las que el Ródano y el Saona dividen Lyon. Son hoteles de 4* pero a precios razonables.

El Collège Hôtel está situado en Vieux Lyon, en la zona más animada de la ciudad. El hotel sorprende sobre todo por su decoración ya que es como ‘volver al cole’: fotos de la clase, pupitres, pizarras y libros escolares se codean con elementos más actuales ofreciendo una interesante mezcla de modernidad y nostalgia. El mostrador de recepción es un plinto de salto antiguo. Tiene una biblioteca bien surtida con tentadores sofás Chesterfield de cuero y una amplia terraza en la azotea donde tomar una copa con tumbonas y preciosas vistas. Mire hacia arriba para admirar la instalación de sillas del artista franco-argentino Pablo Reinoso en la distintiva fachada Art Deco de los años 30 del hotel. Por la mañana disfrute de un cuidado desayuno con productos frescos ¡y zumo natural!

El Globe Et Cecil es un hotel situado en el centro de Lyon, en la Presqu’Ile, a 50 metros de la Place Bellecour. Es un delicioso hotel boutique con una estética cuidada y elegante. Se trata seguramente del hotel más antiguo de Lyon, cuya actividad comenzó en 1866 y nunca ha cesado desde entonces. Las habitaciones están insonorizadas y las cortinas opacas garantizan que no te despertará la luz. Los más tradicionales pueden pedir una habitación con bañera, un placer condenado a desaparecer. Por las mañanas, en el salón de desayunos Chez Mouna se sirve un amplio buffet con productos de origen local. En el vestíbulo hay una zona de estar donde se pueden comprar bebidas. En la recepción siempre encontrarás a alguien que hable español.

El Okko Lyon Pont Lafayette está situado en la orilla izquierda del río Ródano, frente al puente, y ofrece unas magníficas vistas de la Presqu'Ile. Sorprende su cuidado y moderno diseño en un edificio Haussmann, la antigua Prefectura. Las habitaciones son urbanas, minimalistas y prácticas, pero están decoradas con esmero. Las camas tienen almohadas de plumas y sábanas de algodón y lino arrugado. Los atrevidos baños son un prodigio de utilización del espacio, aunque sus paredes de cristal pueden desconcertar a los más recatados. Los huéspedes tienen acceso a un salón club compartido con biblioteca y selección de periódicos. Las 24 horas del día hay algo para picar en la zona de bar y por la tarde se ofrece un aperitivo con la bebida.

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