Poitiers: Vagar entre la historia y la leyenda.
“Te va a encantar”, me dijo la directora de esta revista, y su expresión no pudo ser más acertada. En cuanto pisé Poitiers la ciudad ejerció su embrujo sobre mí y caí rendida a su hechizo. Apenas a unos kilómetros del parque Futuroscope se halla uno de los rincones más interesantes de la Vienne. Apodada la ciudad de los cien campanarios, sus calles ofrecen un singular mosaico de Iglesias, plazas, terrazas y callejuelas que se dejan acunar en el regazo del río Clain. Armoniosa, joven (uno de cada dos habitantes tiene menos de 30 años), pacífica, paseable (entre otras cosas, porque el ayuntamiento le ha declarado la guerra a los coches y toda la urbe es zona de aparcamiento limitado y de pago), Poitiers va compartiendo con el visitante los vestigios que siglos de historia le han dejado en prenda. Tras una ventana, en un portal o una estatua, aún se aprecian las sombras de Clodoveo, el duque de Berry, Leonor de Aquitania o Juana de Arco. Pero también de Rabelais, Descartes, Michel Foucault o Joël Robuchon.
Lugar de poder y edificio emblemático de Poitiers, el palacio de los Condes de Poitou-Duques de Aquitania ha visto pasar a algunos de los personajes más ilustres de la historia de Francia. El palacio alberga hoy el Tribunal de Justicia, pero se puede visitar gratis el gran Salón de los Pasos Perdidos, con su inmensa chimenea y su altísimo tejado de madera, que deja asombrado a cualquier visitante, como lo hacía cuando Leonor de Aquitania tenía ahí su corte.
Durante el Medievo, los tejemanejes del poder eran familiares, con lazos más que estrechos entre lo religioso y lo civil. Esto explicaría cómo Notre-Dame La Grande dista tan poco del palacio de los Duques. La iglesia está cerrada hasta 2027 por obras, pero solo contemplar su impresionante fachada del siglo XII ya compensa la visita. Se lee como un libro ilustrado y te cuenta la historia de la Biblia. Incluso se descubre una de las pocas imágenes en relieve de la virgen acostada en una cama tras dar a luz. A la altura de la portada aún se aprecian algunos toques de color. Un verdadero regalo.
Poitiers, capital del arte románico, posee un patrimonio religioso excepcional. Es sede de un obispado desde el siglo IV y se desarrolló en torno al monasterio de Sainte-Croix, el primer convento femenino de Francia fundado por Radegunda, reina de los francos. Los huesos de esta santa descansan en la iglesia que lleva su nombre. Está construida en torno a un campanario-porche del siglo XI, una cabecera del siglo XII con deambulatorio y una nave del siglo XIII. Los relieves de los capiteles policromados, característica del florecimiento del arte románico, son de una belleza que corta la respiración.
Tras el shock de Santa Radegunda, la gran sorpresa de la villa, es parada obligada la Catedral de San Pedro. Además de su excepcional tamaño, su aspecto de iglesia de salón y su cabecera, fue aquí donde en 1152 tuvo lugar el matrimonio de Leonor de Aquitania y Enrique II Plantagenet. De estilo gótico angevino, conserva una excelente colección de vidrieras de los siglos XII y XIII, entre ellas una crucifixión considerada una obra maestra del arte medieval francés. Resulta curioso saber que las magníficas pinturas góticas que se pueden observar en la capilla sur fueron descubiertas hace apenas unos años debajo de un enfoscado, lo que dio pie a una importante restauración de la catedral.
Desde aquí se tiene a tiro de piedra el Baptisterio de Saint-Jean, uno de los monumentos cristianos más antiguos de Occidente. Construido en el siglo V, reformado hasta finales del siglo XI, salvado de la demolición en 1834 y ahora clasificado como Monumento Histórico, formaba parte de un complejo episcopal durante la Alta Edad Media, que incluía la catedral y la residencia del obispo. Destacan las pinturas románicas de las paredes de la sala bautismal y la antigua piscina octogonal utilizada para los bautismos por inmersión. Eso sí, ojo, el horario de apertura es muy limitado en invierno.
Muy cerquita de allí está el Museo Sainte-Croix, distinguido con el sello Patrimonio del siglo XX por su sorprendente arquitectura brutalista. Es un museo delicioso: pequeño, delicado y todo expuesto con un gusto exquisito. Alberga colecciones que ponen de relieve la arqueología regional, desde la prehistoria hasta la Edad Media. No se pierda el departamento de Bellas Artes, que presenta en Francia la tercera mayor colección pública de obras de Camille Claudel, la genial escultora que amó a Rodin, fue maltratada por los suyos y sufrió 30 años de encierro en un manicomio.
Dando un paseo por Rue Carnot y un poco alejada de la zona centro merece la pena acercarse hasta la iglesia de San Hilario el Grande, Patrimonio de la Humanidad, con una altura impresionante e incluida en los Caminos de Compostela, que hasta aquí llegan. De regreso al centro geográfico de Poitiers, veremos el Hôtel de Ville, un edificio de estilo Segundo Imperio, construido entre 1869 y 1875. El ayuntamiento de Poitiers es el punto final de un vasto proyecto de urbanización del centro de la ciudad, coeur d'agglo. Corazón palpitante de la ciudad, la plaza en la que se encuentra es una zona de juego para los niños y un lugar de esparcimiento para padres y estudiantes, a los que les gusta reunirse en las terrazas que la bordean. Todo el centro de Poitiers es una agradable zona peatonal donde hacer el flâneur, vagar por las calles, concepto muy francés que despliega todo su significado por estos lares.
Caminando por Gambetta nos encontraremos con la iglesia de San Porcario, una de las pocas con una doble nave gótica, una construida para los feligreses y la otra para los monjes al servicio de la iglesia. Esa ruta concluye en la Place de la Liberté, donde espera una copia de la famosa estatua con alguna variación curiosa, ya verá. Desde este punto, Saint-Germain y la abadía de Saint-Jean de Montierneuf están a una nada. Esta última, excepcional por su tamaño y proporción, es un buen colofón tanto por su acceso como por la riqueza del complejo, con fachada románica y un ábside gótico.
Tras visitar el casco urbano, una opción genial es seguir el curso del río Clain, de magnífica vegetación. Más allá, en una cima, es casi imposible no ver la exagerada estatua de Notre-Dame des Dunes, la protectora de Poitiers.
Y una adenda final: si tiene oportunidad, haga una escapada para ver Chauvigny, una ciudad medieval a apenas 23 kilómetros de Poitiers. Pese a su belleza, esta pequeña villa aún no ha muerto de éxito ni se ha convertido en una turistada. Y no le falta de nada: castillos, torres, callejuelas… y la maravillosa Colegiata de San Pedro, uno de los templos más armoniosos y sorprendentes del románico francés. ¡Bon voyage!
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